La formación de capital humano, desde la primera infancia hasta la educación terciaria y la formación para toda la vida, es un factor determinante de la competitividad. El acceso, la calidad, la permanencia y la pertinencia de la educación en todos sus niveles influyen directamente en la productividad laboral, contribuyen a la disminución del desempleo y la informalidad, e incrementan la remuneración de los factores productivos del país, lo que se refleja en el bienestar de su población y en el crecimiento agregado de la economía.
La incapacidad del sistema educativo para atraer, formar y reentrenar a la fuerza laboral en programas y competencias pertinentes es uno de los principales impedimentos para la diversificación y sofisticación del aparato productivo de un país.
Primera infancia
La cobertura neta en preescolar ha disminuido en los últimos años, situándose en un nivel cercano al 55%. Al comparar el país con algunos referentes internacionales, se puede apreciar que este nivel de cobertura es insuficiente si Colombia aspira a convertirse en el país más educado en el año 2025. Por su parte, el programa de Atención Integral a la Primera Infancia (AIPI) ha incrementado considerablemente su cobertura desde 2010, y cubre al 26% de los niños entre cero y cinco años. De acuerdo con las metas establecidas en el Plan Nacional de Desarrollo, se espera que para 2018 dos millones de niños sean beneficiarios del programa, lo que garantizaría una cobertura cercana al 46% del total.
Educación primaria, secundaria y media
Durante los últimos diez años, las tasas de cobertura de la educación secundaria y media han presentado aumentos nada despreciables; sin embargo, persiste la necesidad de estrategias más contundentes para situarlas en niveles similares a los de otros países de la región. Además, la cobertura en primaria se ha reducido paulatinamente debido a la depuración de las bases de datos del Ministerio de Educación y al retiro de estudiantes “fantasma”. Mientras la cobertura en primaria, secundaria y media en Colombia era para 2013 de 85%, 72% y 41%, respectivamente, el promedio de Latinoamérica se situaba en 93%, 69% y 49%.
De acuerdo con las cifras del Departamento Nacional de Planeación, de cada diez estudiantes que comienzan primaria, 8,5 llegan a secundaria y solo cuatro logran graduarse. Pese a los esfuerzos de los últimos años, esta cifra muestra que aún hay mucho por hacer para evitar la deserción de los estudiantes, principalmente durante la educación superior y media.
En cuanto a calidad, el Índice Sintético de Calidad Educativa, que evalúa a las instituciones educativas en cuatro componentes (progreso, eficiencia, desempeño y ambiente escolar), permite inferir que el país logró superar la meta de Mejoramiento Mínimo Anual propuesta por el Ministerio de Educación para 2016. En cuanto a mediciones internacionales, los resultados de las pruebas PISA 2012 evidencian que Colombia continúa relegada a los peores puestos entre los países participantes.
Educación terciaria
En los últimos diez años la evolución de la cobertura en educación superior ha sido considerable: pasó del 30% en 2006 a cerca del 50% en 2015. Esto se explica, principalmente, por el incremento de la matrícula de educación universitaria y la formación tecnológica, en especial el aumento de la cobertura del SENA, factores que han contrarrestado el decrecimiento de las técnicas profesionales en el resto de Instituciones de Educación Superior. Sin embargo, el país está lejos de alcanzar las tasas de países como Argentina o Chile (80% y 84%, respectivamente). Además, la educación universitaria sigue representando cerca de dos terceras partes de la cobertura total, situación que constituye un reto para el sector productivo, que también demanda más profesionales formados en carreras técnicas y tecnológicas.
La calidad de la educación superior en Colombia tiene una brecha importante en comparación con otros países de referencia. Por una parte, el país cuenta con algunos casos excepcionales de instituciones de alta calidad, como lo muestra el ranking QS de las 500 mejores universidades del mundo, en el que Colombia aporta cuatro: Los Andes, Javeriana, Externado y Nacional; pero tres de estas son privadas, y las cuatro tienen presencia principalmente en Bogotá. Además, el número de programas e instituciones acreditadas como de alta calidad es mínimo, y las instituciones de formación técnica y tecnológica son las que menos aportan. Solo el 19,4% de los casi dos millones de jóvenes matriculados se encuentra cursando sus estudios en programas acreditados como de alta calidad.
Al igual que en la educación básica y media, la deserción es uno de los mayores problemas de la educación superior, pues uno de cada dos estudiantes no culmina sus estudios. Esto se explica por razones de índole personal, como el género y la edad; académicas, como la tasa de repitencia y los puntajes en las pruebas SABER11; socioeconómicas, como el nivel de ingresos de la familia, los logros educativos de los padres y la tasa de desempleo; e institucionales, como la facilidad de acceso a créditos educativos o becas.
Aunque es necesario, aumentar la cobertura en educación terciaria no es suficiente. La educación también debe tener en cuenta criterios de pertinencia y calidad, de manera que el sector productivo logre incorporar el talento que requiere para aumentar sus niveles de productividad y competitividad. Diferentes encuestas, tanto nacionales como extranjeras, evidencian que cerca del 50% de los empresarios colombianos tiene dificultades para ocupar sus vacantes debido a la existencia de brechas de capital humano.
Gráfico 6. Supervivencia de estudiantes durante la primaria, secundaria y media. Colombia, cohorte 2014.
Fuente: DNP.
Gráfico 11. Brechas de capital humano según el nivel de formación. Colombia, 2015.
Fuente: Consejo Privado de Competitividad con base en SPE y GEIH.