Columna publicada en Portafolio
Esta semana estará en Bogotá, por invitación del Instituto de Ciencia Política, la Fundación Hernán Echavarría Olózoga y el Cesa, Angus Deaton, premio nobel de Economía del 2015. Con su visita se busca debatir alrededor de la desigualdad y el rol que deben desempeñar los sectores público y privado en su reducción.
En el 2014, Thomas Piketty, con la publicación de El capital en el siglo XXI, puso a la desigualdad en el centro del debate económico a nivel mundial. Para él, el aumento creciente del capital frente al ingreso nacional en las últimas décadas, hasta niveles similares a los de hace un siglo, podría desencadenar mayores niveles de desigualdad y episodios de inestabilidad política y social.
Un año después, en el 2015, Deaton, en El gran escape, hace un recuento de los avances en materia de bienestar y desigualdad de la humanidad a partir de la revolución industrial, e incorpora en su análisis otros elementos, además de los ingresos de las personas. Para él, la desigualdad puede explicarse por la captura de las instituciones políticas y económicas por parte de grupos interés que buscan preservar sus privilegios, lo que conduce a menores niveles de progreso y posibilidades de desarrollo para los demás.
De acuerdo con los datos disponible, Colombia es uno de los países más desiguales del mundo. La concentración del ingreso, medida por el coeficiente de Gini, fue 0,52 en el 2015, superior a la de México, Chile y Perú. Por deciles, el decil más rico captura el 42 por ciento del ingreso; y el 1 por ciento más rico recibe cerca del 20 por ciento, superando incluso a Estados Unidos, donde ese 1 por ciento se queda con 17 por ciento del ingreso.
El país tiene que pensar, obligatoriamente, en alternativas que permitan evadir los escenarios planteados por Piketty y Deaton, pero sin caer en extremos que minen el incentivo de los agentes económicos para generar riqueza, como ha sucedido en otros países de la región.
En este sentido, gravar el capital para evitar su concentración como lo propone Piketty, desestimula la inversión, a la vez que afecta el crecimiento económico y la generación de empleo. Además, como se ha demostrado, el sistema tributario actual, por sus múltiples debilidades, no mejora la desigualdad e incluso tiende a empeorarla. Lo importante para mejorar los niveles de desigualdad es contar con un sistema tributario equitativo, progresivo y eficiente, que promueva la inversión e incremente la competitividad empresarial, tal y como lo propone la Comisión de Expertos para la Equidad y Competitividad Tributaria.
Igualmente, tanto la sociedad como el Estado, deben disponer de herramientas que permitan controlar la injerencia extrema de grupos de interés que no quieren someterse a competir en un sistema de mercado, impidiendo el surgimiento de las oportunidades que trae la destrucción creativa, como plantea Deaton. También es necesario que se precisar la discusión alrededor del tema de desigualdad, incorporando factores como salud, educación y participación política, pues estos determinan también el bienestar de las personas.
El crecimiento económico supone, inexorablemente, la creación de oportunidades para toda la sociedad; oportunidades que posibilitan el progreso más marcado de unos que de otros, y que generan incentivos para que cada uno de lo mejor de sí. Lo que hay que lograr, y esta es responsabilidad tanto del sector público como del privado, es que esas posibilidades estén al alcance de todos mediante la provisión adecuada de bienes públicos.