Cambiemos la conversación

Miremos hacia adelante centrémonos en lo verdaderamente importante: la transformación del país.

Cansancio, desesperanza e incertidumbre son quizás las palabras que mejor describen el estado de ánimo de los colombianos tras más de un año de pandemia y paros, y de acelerado deterioro de los indicadores sociales. No obstante, hay motivos para el optimismo.

Para comenzar, ante la contundencia de las cifras de pobreza, pobreza extrema, empequeñecimiento de la clase media y desempleo, especialmente de jóvenes y mujeres, nadie en Colombia puede estar en desacuerdo respecto a que estos son los temas en los que hay que enfocarse. Es decir que por primera vez hay sobre la mesa puntos de encuentro para trabajar y ponernos de acuerdo.

Es, por tanto, un buen momento para que cambiemos la conversación, miremos hacia adelante y nos centremos en lo verdaderamente importante: la transformación del país.

En segundo lugar, es un hecho que la reactivación económica ya comenzó. Colombia no solo es uno de los pocos países del mundo que crecieron en el primer trimestre del año, sino que según las proyecciones de los organismos internacionales estará también entre los de mayor crecimiento económico en 2021.

En tercer lugar, la vacunación contra el covid-19, necesaria para salir de la pandemia y acelerar la recuperación de la actividad económica, ha aumentado a medida que ha habido acceso a más vacunas.

A lo anterior se suma el buen desempeño de los precios internacionales de las materias primas por la recuperación de la economía mundial. El café registra el precio más alto de los últimos siete años, en tanto que el del petróleo se encuentra en niveles de prepandemia, cercanos a los 70 dólares por barril. Excelente noticia para reactivar la demanda interna y fortalecer las cuentas fiscales.

En el corto plazo, sin duda, la mayor urgencia está en la generación rápida de empleo, especialmente para jóvenes y mujeres, y aquí el sector empresarial puede jugar un rol determinante. Igualmente es importante mantener las ayudas a los más vulnerables, al menos mientras la economía se recupera plenamente y se generan las condiciones para que pueden salir de esta situación.

Sin embargo, nada de esto es sostenible si no trabajamos desde ya en la construcción de una agenda de país de mediano plazo que conduzca a la igualdad de oportunidades para todos, generación sostenible de empleo de calidad y reducción de los niveles de pobreza. En otras palabras, una agenda de productividad y competitividad que permita generar mayores ingresos de forma permanente para remunerar adecuadamente el capital y el trabajo y aumentar el recaudo de impuestos.

Por supuesto, una agenda de esta naturaleza requiere la participación de todos los actores, incluyendo a los jóvenes y, muy especialmente, a los candidatos y precandidatos a la presidencia.

Si bien las empresas hacen su parte aumentando la productividad mediante la adopción de tecnología e innovación, esto no es suficiente. Se requieren buenas políticas públicas en diferentes frentes que acompañen de manera positiva esta gestión.

Esta labor es la que le corresponde al Estado como responsable de velar por el bienestar de la población y que debería empezar por el diseño adecuado de las políticas por parte del Gobierno y el Congreso, sin populismo ni defensa de intereses particulares. Políticas que, además, fortalecerían la gobernabilidad, la institucionalidad y la confianza en el país.

Desafortunadamente, este no ha sido el caso. Por razones políticas, muchas reformas estructurales necesarias para generar un círculo virtuoso de crecimiento económico alto y sostenible se han pospuesto durante años, en detrimento de la población.

Hoy hay la oportunidad de cambiar el curso de Colombia, hagámoslo.

ROSARIO CÓRDOBA GARCÉS