La industria colombiana no sale de su marasmo. Después de varios años de estancamiento, hoy está como en la canción de moda: “un pasito pa’lante y otro pa’trás”. Y se acabaron las excusas: la revaluación, la reforma tributaria del 2014, la crisis de Venezuela. Hay una tasa de cambio competitiva desde el 2015, y la reforma tributaria del 2016 corrigió los excesos de la del 2014. La crisis venezolana, por sí sola, no puede explicar el débil comportamiento industrial colombiano. Tenemos que sincerarnos y reconocer que algo anda mal en el empresariado colombiano, y también en otras políticas públicas que limitan la productividad y el dinamismo del sector privado mucho más que la tasa de cambio y los impuestos.