En 2007, Colombia adoptó la meta de convertirse para el año 2032 en una de las tres economías más competitivas de América Latina. Once años después, el avance ha sido poco. En la última medición del Foro Económico Mundial, Colombia quedó en el quinto lugar en la región y en el puesto 66 entre 137 países, en tanto que en el IMD, publicado recientemente, ocupó el puesto 58 frente a 63 países.
Es claro que el país no puede seguir por este camino. El nuevo presidente, si quiere entregar un país mejor que el que recibió, tendrá necesariamente que enfocar sus esfuerzos en mejorar estos indicadores, lo cual se logra con crecimiento y aumento de la productividad en las empresas y en la economía. Un trabajo difícil, en un país donde las brechas entre la región más competitiva y la menos competitiva es similar a la que existe entre el país más competitivo del mundo y el menos competitivo.
Avanzar hacia la meta de largo plazo implica entonces grandes esfuerzos desde lo nacional, pero también desde las regiones, donde realmente se gesta la competitividad.Las condiciones locales de competitividad y emprendimiento son claves para que surjan y se consoliden nuevas empresas que impulsen la innovación, introduzcan nuevos competidores y aceleren cambios estructurales en el mercado. Por esto, el Consejo Privado de Competitividad y la Universidad del Rosario construyeron el Índice de Competitividad de Ciudades (ICC), que funciona como una nueva herramienta para facilitar la toma de decisiones de política pública y de estrategias privadas a nivel local.
Según este Índice, las cinco ciudades más competitivas son Bogotá, Medellín, Manizales, Bucaramanga y Tunja, debido en parte a su desarrollo financiero, que es fundamental para que las empresas inviertan, crezcan y aumenten su productividad. En este sentido, las ciudades más competitivas tienen un índice de bancarización del 100%, mientras que en ciudades como Riohacha, Cúcuta o Valledupar, este es inferior al 70%. El acceso de la población a productos bancarios facilita las transacciones y las posibilidades de integrarse a cadenas productivas como proveedores.
De otro lado, la calidad del tejido empresarial a nivel local está asociado con la formalidad. En este sentido, la facilidad para abrir una empresa, así como la carga tributaria son indicadores de competitividad importantes para el dinamismo económico de las ciudades. Y, aquí, los resultados del ICC sorprenden: Pereira, Armenia y Florencia ocupan los primeros lugares en esas variables. Esto indica que en las ciudades intermedias se está haciendo un esfuerzo público y privado deliberado para facilitar el emprendimiento y el ambiente para hacer negocios.
Los resultados del ICC son una muestra de que la información apropiada sobre las condiciones locales ayuda a focalizar las estrategias de política pública. Además, pueden ser una guía objetiva para los inversionistas privados sobre aquellos lugares donde sus inversiones pueden tener mayores retornos.