Para crecer y desarrollarse, los países necesitan de un sector empresarial sólido y productivo que invierta, genere riqueza y cree empleos de calidad. Esto, sin embargo, solo es posible si se cuenta con un Estado capaz de realizar las reformas difíciles que permitan la flexibilidad del mercado laboral, de emitir regulación que favorezca la competencia y la innovación, y de formar el talento que necesitan las empresas, entre otras cosas.
En Colombia, el poco avance en competitividad en los últimos años y el continuo deterioro en la calidad de las instituciones que reportan los distintos índices, son el claro reflejo de la debilidad del Estado para generar condiciones adecuadas para que las empresas inviertan en adopción de tecnologías probadas e innovación, y mejoren su productividad y competitividad.
Para avanzar, se requiere un Estado más eficiente y capaz que pueda propiciar una economía con mayores niveles de productividad. De hecho, el país está en mora de dar esta discusión, y que mejor que hacerlo ahora cuando se requieren instituciones fuertes que garanticen la correcta implementación del Acuerdo de Paz.
Generalmente, para fortalecer el papel del Estado se implementan prácticas que han sido diseñadas para otros contextos en los que sí han funcionado, pero que rara vez abordan los cuellos de botella de fondo que existen en Colombia. Con la adopción de estas prácticas, el Estado aparenta haberse fortalecido, pero solo está haciendo una mímica, como lo expresa con claridad, Lant Pritchett, profesor de la Universidad de Harvard, quien visitará Colombia la próxima semana para el lanzamiento del ‘Informe Nacional de Competitividad 2017-2018’ del Consejo Privado de Competitividad.
Según Pritchett, los países en desarrollo están llenos de casos de mímica en los que la adopción de mejores prácticas, en vez de ayudar a construir un Estado efectivo, lo debilita y le resta legitimidad. Un ejemplo de esto son los casos en los que el Congreso aprueba una ley llena de buenas intenciones y declaraciones, pero sin herramientas ni la capacidad burocrática para llevarlas a cabo.
En esta misma línea, Bill Maloney, economista jefe de Equidad y Finanzas del Banco Mundial, en una investigación reciente rompe el mito popular entre economistas, que dice que países como Colombia tienen una tarea fácil de copiar tecnología para cerrar la brecha con los Estados industrializados. Al contrario, él y su coautor muestran que los países en desarrollo deben construir capacidades estatales para diseñar y coordinar una estrategia contundente de adopción de tecnología e innovación, antes de poder llevar a cabo efectivamente la tarea de adoptar esas tecnologías. El reto es doble: se debe eregir primero un Estado eficiente y capaz para poder construir un sector empresarial productivo y competitivo. Maloney, también estará presente en el lanzamiento del Informe.
Si bien la necesidad de aumentar el crecimiento económico y la productividad es clara, lo debe ser también la de tener un debate aterrizado sobre cómo construir instituciones capaces y sólidas. Los autores aquí mencionados tienen ideas novedosas sobre cómo lograrlo, basadas en la experimentación y el diseño de soluciones propias para el contexto colombiano, que deben explorarse a profundidad. Es esencial hacerlo si se quiere construir un Estado que pueda posicionar a Colombia definitivamente en la senda del desarrollo y la competitividad.
*Columna publicada en Portafolio