Es clave que el Gobierno no deje de lado a la economía del cuidado, necesaria para repotenciar la actividad productiva y transformar la sociedad.
Una más de las múltiples vulnerabilidades que se han hecho evidentes con la crisis del Covid-19 es la sobrecarga de las labores domésticas y del cuidado sobre las mujeres, que no solo ha recaído tradicionalmente sobre ellas, sino que además se ha incrementado significativamente alrededor del mundo con la cuarentena. Esto limita las oportunidades económicas de las mujeres y condena a muchas a la pobreza.
Al respecto, la revista The Economist hizo referencia a un estudio reciente del Institute for Fiscal Studies, un centro de pensamiento británico, que encuentra que aun durante el encierro obligatorio, en el que ambos padres están en la casa y los dos tienen que trabajar, son las mujeres las que llevan la carga de la crianza de los hijos.
Al comparar las actividades de la pareja durante el día, el estudio encuentra que, si bien los dos dedican el mismo tiempo a cuestiones de aseo, dormir y ver televisión, existe una diferencia enorme entre el trabajo remunerado y el no remunerado en el hogar.
En el mismo sentido, Nahla Valji, asesora senior en género de la secretaría general de Naciones Unidas dijo en reciente entrevista para The New York Times que “la economía formal solo es posible porque está subsidiada por el trabajo no remunerado de las mujeres”.
En Colombia, la situación no es muy diferente. Según los resultados de la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo (ENUT) del Dane, la valoración económica de las horas que al año se dedican al cuidado de niños, personas con discapacidades y adultos mayores y a otras tareas domésticas para 2016-2017 equivalía a un 20 % del PIB, un porcentaje superior al aporte que hacen sectores como comercio y manufactura.
Sin embargo y pese a su importancia, las personas que desempeñan este trabajo no reciben por lo general ningún tipo de remuneración, ni gozan de beneficios o protecciones especiales. La encuesta encontró además, grandes diferencias entre hombres y mujeres respecto a cómo se distribuye el tiempo dedicado a actividades del cuidado. Del total de horas dedicadas al año a estas labores, 78 % lo aportan las mujeres, mientras que solo el 22 % lo aportan los hombres.
En cuanto al tiempo que al día se dedica a labores no remuneradas, la ENUT revela que mientras las mujeres dedican 7,25 horas, los hombres solo destinan alrededor de 3,5 horas.
El gobierno está diseñando los planes de reactivación económica para superar la crisis del Covid-19. Es fundamental que no deje de lado a la economía del cuidado, necesaria para repotenciar la actividad económica y transformar la sociedad.
Para ello, debe comenzar por formular la Política Nacional de Cuidado contemplada en el “Pacto de Equidad para las Mujeres” del Plan Nacional de Desarrollo 2018-2022, que promueva la redistribución equitativa del trabajo de cuidado con el objetivo de facilitar la incorporación de las mujeres al mercado laboral.
Esta política debe diferenciar entre la situación de la mujer urbana y la rural, fomentar cambios de expectativas en los roles de género y el papel de la mujer en la sociedad, y establecer arreglos claros a nivel institucional y presupuestal que permitan el cumplimiento de metas. Es urgente actuar ya.
Rosario Córdoba Garcés
Presidenta del Consejo
Privado de Competitividad