El Nobel de este año deja clara la necesidad de diseñar políticas públicas con base en evidencia.
El pasado 14 de octubre los economistas Abhijit Banerjee, Esther Duflo y Michael Kremer recibieron el Premio Nobel de Economía 2019 por sus importantes contribuciones en la lucha contra la pobreza.
El premio es considerado un hito por parte de académicos y hacedores de política pública y ha sido muy comentado por medios de comunicación en el mundo. Las razones son varias.
Para comenzar, Esther Duflo es la segunda mujer y la persona más joven en haber recibido el Nobel de Economía, algo de gran relevancia en un mundo, el de los economistas, que se ha caracterizado por su machismo.
En varias entrevistas, Duflo ha afirmado que con su premio quiere inspirar a otras mujeres economistas para que sigan trabajando para hacer la diferencia y ganar el reconocimiento que se merecen.
La economista quiere además utilizar su premio como megáfono para atraer la atención hacia la lucha contra la pobreza y tener un mejor entendimiento de los problemas que enfrentan los más vulnerables, temas que tradicionalmente han sido relegados a un segundo plano.
El trabajo de los tres ganadores se destaca por haber traído y expandido el uso del diseño experimental, usado originalmente en áreas como la medicina para determinar con precisión el efecto de tratamientos y medicinas, en el estudio de fenómenos en áreas tan diversas como la salud, la educación y las microfinanzas.
Por otro lado, a diferencia de los trabajos galardonados en años anteriores, el de Banerjee, Duflo y Kremer es más práctico y empírico que teórico. Se enfoca en la recolección de evidencia robusta y confiable, generando un cambio de paradigmas en el campo de la investigación sobre el desarrollo económico, así como en el diseño de políticas públicas basadas en evidencia.
De hecho, este tipo de ejercicios se ha convertido en una herramienta ampliamente utilizada por gobiernos, multilaterales, académicos y otras organizaciones para la recolección de datos rigurosos para medir el impacto de sus programas y el costo-efectividad de sus iniciativas.
En Colombia, hay varios trabajos académicos que demuestran la utilidad de esta herramienta para medir la efectividad de programas como Familias en Acción, Jóvenes en Acción, políticas de atención a la primera infancia y programas de transferencias condicionadas, entre otros.
En algunos casos, sus resultados han sido la base del diseño de nuevas intervenciones, así como del fortalecimiento de los programas mismos. El Nobel de este año deja clara la necesidad de diseñar políticas públicas con base en evidencia, una recomendación de la OCDE y algo en lo que ha insistido reiterativamente el Consejo Privado de Competitividad.
En un país como Colombia, con restricciones fiscales e importantes desafíos de desarrollo y productividad, es fundamental que la política pública incluya, desde su diseño, evaluaciones que permitan establecer con claridad la relación causal entre una intervención y un resultado, tales como aquellas basadas en pruebas aleatorias controladas.
Esto permite mayor certeza frente a la eficacia de los programas y proyectos y, con base en esta información, se pueden robustecer los ejercicios de planeación de las políticas sectoriales, mejorar el diseño de futuras intervenciones y hacer una asignación más eficiente de los recursos.
Rosario Córdoba
Presidenta del Consejo
Privado de Competitivida