Para aprovechar las oportunidades de la revolución 4.0, Colombia debe priorizar la formación de habilidades para la nueva economía.
Mejorar la productividad y garantizar el crecimiento en el largo plazo es hoy el desafío de la economía global. En este contexto, la digitalización y la adopción y desarrollo de nuevas tecnologías surgen como la solución, aunque, con cierta dosis de cautela. De hecho, reconociendo los beneficios que estas puedan tener sobre la innovación y productividad de las empresas, existe una creciente preocupación por su impacto sobre las estructuras de empleo, salarios y la demanda por habilidades. Este fue precisamente el eje central de la conferencia dictada por el profesor de MIT, Daron Acemoglu, en el marco del reciente lanzamiento del Informe Nacional de Competitividad 2018 – 2019.
De acuerdo con Acemoglu, la estructura del mercado laboral se ha polarizado en la mayoría de países industrializados en las últimas dos décadas. Mientras que las mejores oportunidades laborales se están concentrando en los trabajadores altamente calificados, de mayores remuneraciones, aquellos que desempeñan tareas de mediana complejidad están perdiendo participación. Esta polarización, afirma, se debe, en gran medida, a las tendencias hacia la automatización del trabajo y la mayor adopción de tecnologías digitales, las cuales tendrán un fuerte impacto sobre la creación y demanda de nuevas categorías de trabajo, desplazando total o parcialmente a otras.
Lo anterior supone una serie de retos de política pública relacionados con el diseño de estrategias, que permitan aprovechar las oportunidades que ofrecen las tecnologías, así como mitigar sus potenciales impactos adversos, en especial en las áreas de formación de capital humano, regulación laboral, provisión de infraestructura tecnológica y fortalecimiento de los sistemas de protección social.
En Colombia, en los últimos años se han logrado importantes avances en términos de cobertura en educación superior, sin que necesariamente se hayan traducido en una fuerza laboral más productiva o con mejores perspectivas de participación en el mercado laboral. Por el contrario, el país aún enfrenta desafíos importantes relacionados con bajos niveles de calidad y pertinencia de su oferta educativa, lo que se expresa en una alta y persistente brecha entre las habilidades requeridas por el sector productivo y aquellas con las que cuenta la fuerza de trabajo. Según datos recientes de la encuesta global sobre escasez de talento de ManpowerGroup, el 42 por ciento de los empresarios reporta dificultades para llenar sus vacantes debido a la ausencia de competencias genéricas y específicas y a la falta de experiencia de los aspirantes.
Para poder aprovechar las oportunidades de la revolución 4.0 y mitigar sus efectos negativos sobre el mercado laboral, el país debe priorizar la formación de habilidades para la nueva economía en su agenda educativa, aún en presencia de otros problemas estructurales básicos relacionados con el acceso, cobertura, y financiamiento del sistema.
Esto implica poner en marcha de estrategias que garanticen la disponibilidad de capital humano con habilidades para la adopción de tecnologías digitales; anticipar su demanda cambiante; capacitar a quienes ya terminaron o no accedieron al ciclo educativo formal para evitar su marginalización del mercado; flexibilizar las regulaciones laborales para facilitar la asignación eficiente del capital humano, e identificar mecanismos de política pública e iniciativas privadas que favorezcan los procesos de capacitación y transformación tecnológica.
Contar con visión estratégica de largo plazo para diseñar políticas de formación de capital humano reduce la desigualdad, mejora el bienestar de población y permite al país cerrar la brecha de productividad que lo separa de los países industrializados.