Distanciar el Sistema de Ciencia, Tecnología e Innovación del SNCCTI sería una gran equivocación.
Acelerar el desarrollo social y económico del país por medio de la ciencia, la tecnología y la innovación (CTI), ha sido un propósito nacional desde hace años. De hecho, esta es la razón detrás de la creación de Colciencias en 1968, de la convocatoria de la Misión de Sabios en 1994, de la transformación de Colciencias en Departamento Administrativo en el 2009 y de la creación del Fondo de Ciencia, Tecnología e Innovación con recursos de regalías en el 2011, entre otras acciones y disposiciones.
Pese a estos esfuerzos, el país está lejos de una verdadera transformación. La economía sigue concentrada en productos primarios poco sofisticados y la productividad no solo se mantiene estancada, sino que su aporte al crecimiento económico ha sido negativo durante años.
De otro lado, en el Índice Global de Competitividad del Foro Económico Mundial, Colombia ocupa el puesto 60 entre 140 países, a pesar de que, en términos de tamaño de PIB, es la economía número 39. Buena parte de esta divergencia entre tamaño y desarrollo se explica por el atraso en capacidad de innovación, pilar en que el país ocupa el lugar 73, y en el que la distancia a la frontera es mayor.
Nada de lo anterior debería sorprendernos, más aún si se tiene en cuenta la baja inversión en actividades de CTI. Apenas 0,67 por ciento del PIB en el 2017, muy por debajo del promedio de la región, y de la meta del 1 por ciento que se fijo el país desde comienzos de los años 90.
En los últimos años el esfuerzo en CTI se concentró en aumentar el número de profesionales con doctorado. No obstante, por cuenta de los bajos niveles de innovación en el país y en las empresas –menos del 1 por de las empresas de manufactura o servicios son innovadoras en sentido estricto, según datos de la EDIT–, la demanda por doctores es baja y no se ve claro el futuro laboral de los 3.000 doctores que retornarán en los próximos tres años. Las empresas absorben solo el 2,6 por ciento de los doctores, mientras que en Chile esta cifra es de 25 por ciento.
Recientemente, el gobierno convocó una nueva Misión de Sabios para comprender cómo puede Colombia transformarse en una economía del conocimiento e impulsar el desarrollo en materia de CTI. Y se aprobó la creación de un ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación.
Sin embargo, como lo demuestra la experiencia, no basta con crear nuevas instituciones ni convocar misiones de sabios para que las cosas se den. Es necesario generar condiciones que incentiven la transformación productiva, empezando por una mayor competencia y rivalidad en el aparato productivo.
El compromiso con la transformación, además, debe venir del más alto nivel y acompañarse con gasto público en CTI. Se requiere, igualmente, un ecosistema que propicie la innovación, y ante todo buena articulación y coordinación entre las entidades del sector público, entre este y el sector privado y entre las universidades y las empresas.
Al respecto, vale la pena recordar que la Misión de Sabios de 1994 propuso un Consejo Nacional de Gestión, Productividad y Competitividad, dirigido personalmente por el Presidente de la República. Un avance importante en este sentido fue la creación del Sistema Nacional de Competitividad, Ciencia, Tecnología e Innovación (SNCCTI). Preocupa, por lo tanto, la obstinación reciente de distanciar el Sistema de Ciencia, Tecnología e Innovación del SNCCTI. Sería una gran equivocación.