Las cifras consolidadas del mercado laboral para 2020 reflejan el efecto disruptivo de la pandemia sobre el empleo y la composición de la población en edad de trabajar.
Sin embargo, es fundamental que la respuesta de política a la crisis del empleo tenga en cuenta, por un lado, que el deterioro de este mercado precede a la pandemia, y que su vulnerabilidad, expresada en altos niveles de informalidad, llevaron a que las medidas de confinamiento y los cambios en los patrones de consumo e inversión lo impactaran amplia y aceleradamente.
Así mismo, es clave entender que la recuperación observada tras el levantamiento de las medidas de confinamiento estuvo concentrada en el segmento de trabajo por cuenta propia, mientras que el trabajo asalariado aún no logra recuperar sus niveles prepandemia. Esto evidencia tanto la falta de sofistificación de nuestro aparato productivo -dada la imposibilidad de que muchos de estos trabajos se realicen desde casa-, como las rigideces que dificultan la generación de empleo formal.
Dinámicas marcadas por la pandemia
En 2020, la tasa de desempleo a nivel nacional fue de 15,9%, 5,4 puntos porcentuales por encima de la registrada en 2019, acentuando la tendencia al alza observada desde 2015. En el caso de las 13 principales ciudades y áreas metropolitanas, el desempleo anual fue de 18,2 %. Por su parte, la informalidad para la misma agregación geográfica se ubicó en 47,2%, superior en 1 punto porcentual a la observada en mismo periodo de 2019.
La población ocupada en 2020 fue 19,8 millones frente a 22,2 en 2019, lo que equivale a una destrucción de 2,4 millones de empleos, de los cuales 2,1 millones correspondieron a empleos perdidos en las cabeceras y áreas urbanas. Por su parte, la población desocupada alcanzó 3,8 millones -un incremento de 1,1 millones respecto a 2019-, mientras que la población inactiva pasó de 14,4 a 16,3 millones.
Si bien la caída en la ocupación en las 23 ciudades principales con respecto a los niveles prepandemia ha sido generalizada, Neiva (26,1%), Ibagué (25,6%) y Cúcuta (23,7%) registraron la mayor incidencia en el desempleo en el país. Vale la pena resaltar que la totalidad de las ciudades principales tuvieron tasas superiores a 12 %.
Como se mencionó, el análisis de las variaciones en los puestos de trabajo según posición ocupacional revela que la recuperación del empleo observada tras el primer ciclo de confinamiento en relación con los niveles prepandemia (esto es, septiembre-diciembre frente a enero-febrero de 2020) estuvo jalonado por el autoempleo, el cual es predominantemente informal. Así, mientras que el número de ocupados cuenta propia y trabajadores sin remuneración aumentaron con respecto a enero y febrero, el empleo asalariado alcanzó únicamente el 90% del valor observado en estos meses.
Por otro lado, las mujeres y los jóvenes han sido afectados más que proporcionalmente por la crisis, ampliando así las brechas económicas entre grupos demográficos. En el caso de las mujeres, la tasa de desempleo para el acumulado de 2020 fue 20,4% frente a 12,7% para los hombres (Figura 2), mientras que para las personas entre los 14 y 28 años la tasa de desempleo alcanzó niveles de 24,2%; 18,7% para los hombres y 31,7 % para las mujeres.
¿Cómo reactivar generación de empleo?
Sin duda, la reactivación del mercado laboral debe ser la prioridad en la agenda de recuperación económica. En este sentido, el diseño de una estrategia que favorezca la generación de empleo formal no solo debe concentrarse en el impulso a sectores tradicionalmente intensivos en mano de obra, sino que debe tener, al menos, estas consideraciones.
En primer lugar, es indispensable adelantar reformas para minimizar las distorsiones que introduce la normatividad laboral y avanzar hacia un sistema de seguridad social más eficiente, mejor focalizado, y que no penalice al sector formal y más productivo de la economía.
Segundo, es clave adoptar medidas para dinamizar la participación y empleabilidad de mujeres y jóvenes. La reactivación del empleo femenino requerirá continuar con los esfuerzos para la reapertura segura de guarderías y colegios, pero también de la puesta en marcha de una Política Nacional del Cuidado que le permita a las mujeres tener el tiempo para capacitarse y poder ser parte del mercado laboral.
Tercero, el hecho de que cerca del 66 % de los ocupados antes de la pandemia no tuviera posibilidad de adoptar esquemas de trabajo remoto, evidencia la necesidad de que el país se prepare para enfrentar los desafíos que la aceleración del proceso de adopción tecnológica y la automatización que trae consigo.
Para ello, es fundamental mejorar el acervo de habilidades de la fuerza laboral y aumentar la pertinencia de la oferta educativa y formativa. Esto permitirá maximizar las ganancias potenciales en productividad y mitigar posibles efectos negativos sobre el empleo y la desigualdad.
Rosario Córdoba Garcés
Presidenta del Consejo Privado de Competitividad