Columna publicada en Portafolio
Diez años han pasado desde la creación en el 2006 del Sistema Nacional de Competitividad, Ciencia, Tecnología e Innovación. Es hora de hacer un balance exhaustivo de lo logrado en competitividad hasta ahora, y también de lo mucho que queda por hacer.
Los avances en estos años han sido significativos en varios frentes, como bien lo indican las mediciones internacionales del Doing Business del Banco Mundial o del Índice de Competitividad Global del Foro Económico mundial. Varios son los ejemplos, como la generación de 2,4 millones de empleos formales, resultado en parte de la reducción de los parafiscales en la reforma tributaria del 2012, así como de otras iniciativas, como la creación de la Pila.
Igualmente, debido a la buena situación macroeconómica de estos años, el país recibió el mayor nivel de inversión pública y privada de la región. De otro lado, la cobertura en educación superior pasó de 35 a 47 por ciento, mientras que en emprendimiento se hicieron mejoras sustantivas, especialmente en lo que tiene que ver con el financiamiento. En infraestructura, es de resaltar la inversión en las vías 4G, las cuales una vez terminadas permitirán reducir en varias horas los tiempos de recorrido por las carreteras.
No obstante, pese a estos y demás logros de la década, así como el avance en la posición del país en los indicadores internacionales de competitividad, aún hay áreas críticas de trabajo que merecen especial atención como son el mejoramiento de las condiciones básicas para competir y la productividad.
La tarea para avanzar en ambos frentes es monumental y requiere del concurso del Gobierno y también del sector privado. El primero, en el mejoramiento de las condiciones básicas y, el segundo, al interior de las empresas mejorando su propia productividad.
En Colombia, tanto la productividad por trabajador como la productividad total de los factores permanecieron estancadas durante la década. Hoy, se requieran casi cinco trabajadores para producir el mismo valor agregado que un solo empleado en Estados Unidos. Bajo estas condiciones, es muy difícil que las empresas nacionales puedan competir exitosamente en los mercados globales, más aún si se tiene en cuenta el sobrecosto que, en términos de la nómina implica la baja productividad.
Según un estudio de Marcela Eslava, investigadora de la Universidad de los Andes, 65 por ciento del crecimiento de la productividad de las empresas colombianas se explica por los esfuerzos que estas hagan a través de adopción de mejores prácticas y tecnologías, inversión en I+D e implementación de estrategias de diferenciación para sus productos. Pero, ahí no para la tarea.
Según hallazgos de la misma investigadora, la magnitud del esfuerzo que debe realizar la empresa depende a su vez del grado de distorsión del sector en el que se desempeña. Así, ramos como el agrícola, el comercio o la construcción, con fuertes barreras de entrada para nuevas empresas o regulación que privilegia a algunas de las ya establecidas, exigen mayores esfuerzos de las empresas para mejorar productividad, ganar participación de mercado y mejorar la rentabilidad, que aquellos en los que no existen este tipo de restricciones.
En últimas, si bien es cierto que para mejorar las condiciones de competitividad se requiere que el Gobierno se comprometa en proveer los bienes públicos necesarios y garantizar un entorno competitivo, lo es también la responsabilidad de las empresas para mejorar su propia productividad. La competitividad se construye entre todos.