En la última década y media, Colombia avanzó significativamente en materia social y económica. Entre el 2002 y el 2016, la pobreza disminuyó cerca de 22 puntos porcentuales, al pasar de 50 a 28 por ciento, mientras que la pobreza extrema se redujo de 18 a 8,5 por ciento. La desigualdad, por su parte, medida por el coeficiente de Gini, pasó de 0,57 en el 2002 a 0,52 en el 2016, dando lugar a una mejor distribución del ingreso.
Así mismo, el ingreso por persona PPA aumentó 56 el ingreso por persona PPA en estos años, pasando de cerca de 8 mil dólares al comienzo de la década anterior a casi 13 mil dólares en el 2015, lo que denota una mayor capacidad adquisitiva de los colombianos. Como resultado de estos avances, la clase media se duplicó y por primera vez en la historia supera a la población en situación de pobreza.
Los logros alcanzados en estos años fueron posibles, en buena parte, gracias al boom de commodities, que permitió financiar el gasto público y dinamizar la economía. Este, no obstante, llegó a su fin con la caída de los precios de las materias primas y el país tendrá que encontrar nuevas fuentes de crecimiento para sostener lo alcanzado y lograr aún mayores niveles de bienestar para los colombianos.
Como lo han señalado diferentes publicaciones de entidades multilaterales e investigaciones nacionales, el principal camino para lograr tasas de crecimiento altas y sostenidas en el tiempo es uno: la productividad.
Tasas de crecimiento de la productividad cada vez más altas y sostenidas de las empresas no solo se traducen en mayor eficiencia, menores costos y más ganancias, sino que, además, benefician a los trabajadores al proporcionar empleo de más calidad y mejor remunerado. De igual forma, los consumidores consiguen mejores productos a un menor precio; el Gobierno recauda más impuestos para financiar el gasto público y la inversión, y, en términos ambientales, se generan beneficios por producir lo mismo, o más, con menos insumos. Así, mayores niveles de productividad permiten impulsar el crecimiento económico en el largo plazo y favorecen procesos de convergencia con los países más desarrollados, a la vez que acrecientan el bienestar de la población.
Sin embargo, lograrlo no es nada fácil. Durante las últimas tres décadas la productividad de la economía colombiana ha estado prácticamente estancada. Incluso, en algunos años, ha contribuido negativamente al crecimiento del PIB.
Revertir esta tendencia requiere el uso de estrategias de política pública transversales que permitan generar condiciones más adecuadas para el desarrollo de la actividad empresarial, como las relacionadas con la institucionalidad, la educación, la infraestructura, la eficiencia de los mercados y la diversificación de la economía.
También se necesitan estrategias para mejorar la productividad al interior de las propias empresas, pues el 65 por ciento del crecimiento de la productividad de estas se ha explicado en los últimos años por sus esfuerzos internos (Eslava y Haltiwanger, 2016). La inversión de recursos para lograr mayores niveles de eficiencia, adoptar mejores prácticas gerenciales y productivas, innovar o capacitar a sus empleados, son algunas de las alternativas que tienen las firmas para lograrlo. Estas estrategias no son excluyentes. Las aproximaciones transversales y las intervenciones al nivel de la compañía son igual de relevantes para poder alcanzar mayores niveles de productividad.
La Política de Desarrollo Productivo (PDP), lanzada el año anterior por el Gobierno Nacional, puede ayudar a lograr esto a través del uso de un conjunto de instrumentos sectoriales y transversales para resolver fallas de mercado, de gobierno y de articulación que inhiben el crecimiento de la productividad (Conpes 3866, 2016).
No obstante, para ser exitosa, la PDP requiere del acompañamiento de diferentes actores, públicos y privados, que ayuden a encaminarla, a hacerle seguimiento y a articularla con esfuerzos que ya se vienen realizando, de forma que se evite la duplicación de esfuerzos y la atomización de iniciativas alrededor de la productividad.
La productividad, lejos de ser un asunto netamente gubernamental o empresarial, tiene que ser un compromiso de todos. De esto depende que el país pueda seguir progresando en las siguientes décadas, tal como lo hizo en los años previos.