Los temas de salud se tratan con menos frecuencia, pese a ser esta otra dimensión en la que persisten diferencias entre hombres y mujeres.
Generalmente, cuando hablamos de equidad de género nos referimos a la igualdad de oportunidades laborales y salariales entre mujeres y hombres o las que tienen que ver con el acceso a recursos financieros.
Los temas relacionados con la salud, sin embargo, se tratan con menos frecuencia, pese a ser esta otra dimensión en la que persisten enormes diferencias entre hombres y mujeres que perpetúan la señalada desigualdad.
Por un lado, pese a los avances recientes, la investigación biomédica y los ensayos clínicos para el desarrollo de nuevos medicamentos se ha caracterizado por una baja representación de mujeres y un bajo volumen de producción científica con enfoque diferencial de género, lo cual tiene graves consecuencias.
En primer lugar, el déficit de investigaciones sobre las causas y tratamientos para condiciones fisiológicas y sicológicas que o bien tienen mayor prevalencia entre las mujeres, afectan a hombres y mujeres de manera diferente, o que incluso puede afectarlas exclusivamente, resulta en brechas de conocimiento científico y en una oferta insuficiente e inadecuada de medicamentos y servicios de prevención y tratamiento, basada principalmente en la anatomía de los hombres.
Por ejemplo, estudios realizados en Estados Unidos y Europa demuestran que, a pesar de que la tasa de fatalidad por Covid-19 es más alta entre los hombres, las afectaciones en términos de salud mental son mayores para las mujeres.
Esto se debe a que las mujeres han experimentado más altos niveles de estrés, ansiedad y alteraciones cognitivas respecto a los hombres, además de ser las principales víctimas del aumento de los casos de violencia doméstica durante la pandemia.
Así, el aumento de la carga en las actividades del cuidado –asociadas en gran medida al cierre de guarderías y colegios–, el deterioro de sus condiciones laborales y la pérdida de ingresos y autonomía, han deteriorado el bienestar de las mujeres, lo que tendrá grandes impactos económicos, sociales y de salud pública. Esta situación que se visibilizó con la pandemia, ha sido parte estructural de la sociedad colombiana y del resto del mundo.
Un estudio de Eurohealth Net de 2017 encuentra que pese a que las mujeres viven más años que los hombres, viven menos con buena salud. Los conflictos de género, la carga laboral y el trabajo no remunerado afectan su salud en el largo plazo.
Por lo anterior, es fundamental promover la investigación médica, científica y farmacológica y el diseño de política pública con enfoque de género.
Solo podremos avanzar si eliminamos los sesgos que asignan roles tradicionales a hombres y mujeres en la educación, el mundo laboral y la salud.
Rosario Córdoba Garcés
Presidenta del Consejo Privado de Competitividad