Una de las preocupaciones que comparten la mayoría de países del mundo es el desempleo juvenil. En Colombia, esta tasa se ubica en niveles superiores al 15 por ciento, cinco puntos por encima de la tasa general de desempleo.
Esto se explica, en parte, porque el sistema educativo no forma a los jóvenes con la suficiente calidad y pertinencia que demandan las empresas. A esto contribuyen el escaso relacionamiento de la academia con el sector empresarial y la baja importancia que se le da a la formación técnica, tecnológica y para el trabajo y el desarrollo humano, siempre consideradas como de menor estatus que la universitaria.
En países como Alemania, la política nacional de educación dual provee un marco jurídico para la educación profesional, aquella posterior a la media que no es universitaria, que involucra a todos los actores relevantes de la sociedad para evitar lo que sucede en Colombia. Gobierno nacional, gobiernos locales, empresas, cámaras de comercio y asociaciones de oficios, sindicatos e instituciones de educación superior, conjuntamente, definen las necesidades de formación y los estándares de calidad para las distintas ocupaciones, así como las relaciones contractuales entre aprendices y empresas. Dos terceras partes de la formación de los estudiantes tiene lugar en el trabajo, con personal calificado para formación profesional. Al final del proceso, las cámaras de comercio son las responsables de certificar a los aprendices. El sistema también posibilita el tránsito entre la educación profesional y la universitaria, si el estudiante así lo desea.
Lo anterior permite no solo que los jóvenes sean más productivos y se enganchen más fácilmente al mercado laboral (Alemania tiene una tasa de desempleo juvenil de 7,5 por ciento), sino que hace que la formación profesional sea reconocida y apreciada por toda la sociedad.
En Colombia, el Ministerio de Educación ha trabajado en una propuesta que reorganiza la educación posterior a la media, a través de la creación de un Sistema Nacional de Educación Terciaria (SNET). Este propone diferenciar claramente la educación terciaria en dos pilares: uno técnico y otro universitario, que sean complementarios, no estén subordinados el uno al otro y tengan objetivos de formación diferenciados.
El SNET está acompañado de dos sistemas, uno de aseguramiento de la calidad para cada pilar y otro de acumulación y transferencia de créditos, además de un Marco Nacional de Cualificaciones, instrumento que permitiría ordenar y clasificar las cualificaciones por niveles, de acuerdo a los aprendizajes logrados por las personas. Esto facilitaría la movilidad entre los sectores productivo y educativo, especialmente para el pilar técnico.
Sin embargo, el avance de esta iniciativa ha sido difícil. Grupos de interés minoritarios en algunas universidades ven en ella una amenaza para la continuidad del financiamiento de la investigación básica, y consideran que el pilar técnico usurparía las funciones propias del universitario. Contrario a esta percepción, el SNET demarca claramente las reglas de juego para cada pilar, sin privilegiar a uno en detrimento del otro, y garantiza una mayor calidad y pertinencia en la educación.
El Ministerio debe seguir impulsando el SNET y no puede ceder ante las presiones de unos pocos. Hacerlo significaría retroceder en la política educativa y condenaría al país a bajos niveles de competitividad empresarial y de productividad en las próximas décadas, con las repercusiones que esto tiene en el bienestar de la población, especialmente sobre los más jóvenes.
*Columna publicada en Portafolio