De la cobertura al aprendizaje

 

Hace una semana, el Banco Mundial presentó en Colombia su último reporte sobre el desarrollo mundial: ‘Aprender para hacer realidad la promesa de la educación’. El documento hace una invitación a que los gobiernos y la sociedad trasciendan de los mensajes políticamente correctos y grandilocuentes que se dan entorno a la educación, para concentrarse en garantizar que los niños y jóvenes alcancen un verdadero aprendizaje en su paso por el sistema educativo.

Cuando se imparte como es debido, destaca el reporte, la educación genera beneficios para las personas y para la sociedad en su conjunto. En el caso de las primeras, les hace más fácil entrar al mercado laboral, obtener mayores ingresos y tener una mejor calidad de vida. A nivel social, impulsa el crecimiento económico a largo plazo, reduce la pobreza y la desigualdad, estimula la innovación, fortalece las instituciones y promueve la cohesión social. En otras palabras, una educación que garantiza el aprendizaje tiene el potencial de hacer a las economías más productivas, y por esta vía generar mayores niveles de bienestar a la sociedad.

En Colombia este mensaje es especialmente relevante, en un contexto en el cual la productividad ha estado estancada por más de dos décadas, pues las condiciones que impulsaron el crecimiento en los últimos años, la inversión (boom de commodities) y el bono demográfico, no se van a repetir. Garantizar el aprendizaje de quienes pasan por el sistema educativo requiere de esfuerzos decididos en materia de calidad y pertinencia, aspectos en lo que el país no sale bien librado. En las últimas pruebas Pisa, el 64, 49 y 43% de los estudiantes que las presentaron obtuvieron puntajes inferiores al mínimo definido por la Ocde en matemáticas, lectura y ciencias, respectivamente.

De otro lado, diferentes encuestas evidencian que más del 50% de los empresarios enfrentan dificultades para encontrar la mano de obra adecuada para sus procesos productivos, lo que disminuye su competitividad y productividad. Esto no implica que se deban disminuir los esfuerzos relacionados con el aumento de la cobertura educativa, aspecto que se ha priorizado en las últimas décadas. De hecho, aún hay un rezago importante en las tasas de cobertura de los diferentes niveles educativos respecto a otros países de la región, y también existen brechas urbano-rurales que deben ser atendidas.

Tampoco significa que no se haya hecho nada por mejorar la calidad y pertinencia de la educación en estos años. Iniciativas como Todos a Aprender, Ser Pilo Paga, el Programa de Alimentación Escolar y el Marco Nacional de Cualificaciones, entre otros, evidencian cierto grado de compromiso para lograr mayores niveles de aprendizaje. De lo que se trata es de lograr, con más contundencia, que los recursos que se destinan a la educación, hoy el rubro más importante del Presupuesto de la Nación, se dirijan a políticas basadas en la evidencia, que pongan énfasis en el aprendizaje y permitan materializar la promesa de la educación.

Esto requiere, además de voluntad gubernamental, de la generosidad y el compromiso de diferentes grupos de interés que, en algunos casos, pueden tener intereses contrapuestos: educadores, empresarios, padres de familia, políticos y burócratas. Mientras no haya consenso alrededor del aprendizaje, será difícil lograr cambios para obtener una educación de mayor calidad y pertinencia. Hacer que Colombia sea un país más próspero y con mayor bienestar para toda la población, pasa necesariamente por el aprendizaje.