Aunque Colombia mejoró mucho en todos los indicadores de bienestar (mayor ingreso por habitante, menor pobreza, menor desigualdad, menor informalidad) entre los años 2002 y 2016, la casi totalidad de ese avance se debió a factores externos: altos precios de nuestros productos de exportación y altos flujos de capital hacia el país. Muy poco se debió a nuestro propio esfuerzo. De hecho, la ‘productividad’ laboral de nuestra economía (cuánto produce un trabajador en promedio) ha estado virtualmente estancada. Por eso, ahora que no tenemos vientos externos de cola, estamos creciendo apenas al 2 %, o menos, y hay tanta desazón.