La ciencia, tecnología e innovación (CTI) son un elemento central para diversificar y sofisticar el aparato productivo, y lograr aumentos en productividad que lleven a un crecimiento sostenido de la economía. Dado su carácter transversal, la CTI transforma el capital humano del país, dinamiza los mercados y ofrece a la sociedad conocimiento y habilidades para responder a retos sociales y ambientales que cada vez son más apremiantes.
En los últimos años ha cambiado la composición del tipo de recurso de las ACTI en el país. En 2012, el 58 % de la inversión vino del sector público y 27 % del sector privado. En 2016, estas participaciones pasaron a ser de 41 % y 48 %, respectivamente. A la par, la inversión en I+D también se ha vuelto preponderantemente privada: en los últimos cinco años, los privados aumentaron en 70 % su inversión mientras que la del sector público aumentó solamente 0,6 %. Esto explica que la participación de la inversión privada en el total de inversión en I+D pasara del 48 % en 2012 al 61 % en 2016.
El incremento en la participación del sector privado es positivo, ya que refleja un cambio en la mentalidad de las empresas y la creciente importancia que se le da a la investigación y desarrollo dentro de ellas. No obstante, en las entidades gubernamentales no se ve esta tendencia. En el periodo, la inversión en ACTI ha disminuido en términos porcentuales y reales. Esta disminución no se ha compensado con la entrada de inversión del Fondo de CTI (FCTeI) del Sistema General de Regalías, por lo cual el total invertido por entidades gubernamentales más regalías no ha crecido en el periodo (desde 2012 el total ha sido alrededor de $2,3 billones).
Generación de conocimiento
En 2014 Colombia contaba con 114,8 investigadores por cada millón de habitantes, la mitad del registro de México y está muy por debajo de los 1.202 investigadores por millón de habitantes en Argentina o de los más de 4.000 en países de la OCDE. Peor aún, entre 2007 y 2014 Colombia presentó una reducción del 25 % en el número de investigadores de tiempo completo por millón de habitantes, lo que hace evidente que los esfuerzos para contar con más investigadores en el país no son suficientes. En buena parte porque dependen de la disponibilidad de recursos de Colciencias, entidad que ofreció el 74 % de las becas y créditos para doctorado del país entre 2007 y 2015 (OCyT, 2016).
En contraste, el país ha tenido un desempeño positivo en resultados de investigación. Entre 2010 y 2016 se duplicó el número de grupos de investigación, y entre 2007 y 2016 Colombia fue el segundo país con mayor crecimiento de publicaciones entre los países de referencia, triplicando sus publicaciones científicas y tecnológicas por cada mil millones de PIB (PPP). Este aumento en la productividad también ha estado acompañado por un incremento en el impacto de las publicaciones. Esto se debe a los ajustes al sistema Publindex que llevaron a la eliminación del 60 % de las revistas científicas del país, para reconocer solamente a 244 de alto impacto y visibilidad.
La generación de conocimiento implica también resultados en términos de desarrollo tecnológico y propiedad industrial (PI). En 2015, Colombia tuvo 46,5 solicitudes de patentes por millón de habitantes, y una tasa de concesión de 0,54. Aunque el número de solicitudes es inferior a los de Brasil, Chile, México y Argentina, la tasa de patentes concedidas es la segunda más alta de América Latina y supera las de México y Brasil.
Transferencia de conocimiento y tecnología (TCT)
En términos de la transferencia internacional, la adquisición y difusión de tecnología proveniente del exterior es clave para acompañar y potenciar los procesos de innovación en países en desarrollo como Colombia. En esa línea, las importaciones de alta tecnología en Colombia han crecido de manera importante entre 2012 y 2015, al pasar de 13 % a 18,7 % del comercio total.
Sin embargo, esta inversión parece no estar acompañada de otros factores que facilitan la TCT, como la vinculación de capital humano altamente capacitado en empresas. La principal fuente de empleo de investigadores es la academia (88,9 % de los investigadores), mientras que las empresas y el Gobierno vinculan la menor cantidad de investigadores en el país.
La TCT requiere de la construcción de capacidades empresariales para el aprovechamiento del conocimiento y la tecnología, por lo cual para el aparato productivo es central que exista demanda por servicios de asistencia técnica, y una oferta robusta que los provea, así como calidad en la gerencia. Según un estudio del CPC con el Instituto de Tecnología de Georgia (Georgia Tech) de 243 empresas de Cali, Medellín, Bucaramanga y Barranquilla, el 67 % de las empresas manufactureras utilizaron asistencia externa en los últimos dos años. Las empresas pequeñas y jóvenes tienen menor probabilidad de utilizar servicios de asistencia técnica privados y trabajar con universidades.
En cuanto a calidad de la gerencia, el <em>World Management Survey</em> sitúa a Colombia por debajo del promedio de Latinoamérica y por debajo de México, Chile, Argentina y Brasil en prácticas gerenciales. Particularmente, el desempeño de la gerencia en cuanto a gestión de operaciones es bajo.
Detrás de estos retrocesos se encuentran diferentes barreras que las empresas enfrentan para la innovación. Según la misma encuesta del DANE, el principal obstáculo que identifican las empresas para innovar es la escasez de recursos propios (24 % de las empresas), seguido por la facilidad de imitación por terceros (18 %) y la incertidumbre frente a la demanda de bienes o servicios innovadores (17 %). Para aquellas empresas que tuvieron la intención de innovar, pero no lograron culminar el proceso, los principales obstáculos también están principalmente relacionados con recursos: tanto escasez de recursos propios, como falta de acceso a financiamiento externo e información sobre instrumentos públicos de apoyo.
Por otra parte, en el Ranking de Innovación Empresarial realizado por la ANDI en 2017, 42 % las empresas que no innovan afirman que, aunque saben que es importante, no saben cómo hacerlo; y 20 % responden que la alta gerencia o la junta directiva no ven la necesidad de innovar (ANDI, 2017).
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