Estudio muestra que crecen las brechas entre los departamentos y que se hacen más profundas.
Colombia es un país de regiones diversas y amplias brechas en términos de desarrollo. Este hecho es especialmente desafiante para los hacedores de política, en particular cuando no existe una única fórmula de desarrollo que puedan replicar todos los departamentos, ni homogeneidad de recursos disponibles para hacerlo.
A esto se suma que los dos últimos años han resultado particularmente desafiantes para los departamentos de Colombia; la crisis económica y social producto de la pandemia afectó de manera desigual a los territorios y en consecuencia las subsecuentes sendas de recuperación económica observadas en el último año.
Muestra de ello es que la recuperación del empleo ha sido más lenta en ciudades como Riohacha, Quibdó y Cúcuta, en donde la tasa de desempleo aún se encuentra en niveles cercanos al 20 %. Adicionalmente, el avance en el esquema de vacunación evidencia rezagos importantes para departamentos como Guainía, Vichada y Vaupés, en los que menos del 30 % de su población cuenta con al menos dos dosis de la vacuna contra el covid-19.
Lo anterior resalta la necesidad de que los departamentos y, en particular las autoridades regionales cuenten con información periódica y confiable acerca del estado de sus debilidades y fortalezas, para luego diseñar e implementar iniciativas basadas en evidencia que contribuyan al cierre de brechas.
Con el ánimo de aportar a este objetivo, el Consejo Privado de Competitividad y la Universidad del Rosario han realizado por nueve años consecutivos el Índice Departamental de Competitividad (IDC), una medición que evalúa a los 32 departamentos de Colombia y la ciudad de Bogotá a través de 106 indicadores que dan cuenta de su desempeño competitivo.
Esto último resulta fundamental para los departamentos, en tanto la competitividad se concibe como el conjunto de recursos, instituciones y factores que determinan los niveles de productividad de las economías, y que para el ámbito regional se traduce en mayores estados de bienestar para sus habitantes.
En la más reciente medición del IDC, correspondiente a 2022, las primeras cinco posiciones son ocupadas por Bogotá D.C, Antioquia, Santander, Risaralda y Atlántico. El Distrito Capital conserva su liderazgo a nivel nacional con una calificación de 8,59 sobre 10. En el segundo lugar se sitúa el departamento de Antioquia, con una puntuación de 6,93 sobre 10. Sin embargo, luego de esos dos primeros lugares, encontramos que este año hubo mucha más dispersión y movimiento en el resto de la ‘clasificación’.
Esta volatilidad es reflejo del impacto dispar de la pandemia y hace que sea aún más importante que cada región enfoque sus esfuerzos a aquellas debilidades que puedan resultarles más costosas en el largo plazo y que se exacerbaron en los dos años recientes.
Sin duda hay buenas noticias. Destacamos por ejemplo el avance de Meta en cuatro posiciones y de Santander quien descuenta tres posiciones. También que 7 departamentos lograron avanzar frente a los puestos que ocupaban el año anterior y que dentro de ellos se encuentra Chocó que es uno de los 5 departamentos con peores niveles de incidencia de la pobreza multidimensional. Algunos otros no lograron movimientos en sus clasificaciones, pero tuvieron logros importantísimos que destacar, como es el caso del Vichada que presentó los mayores aumentos en su cobertura de educación primaria y una reducción del 60% en su tasa de deserción escolar, una decidida apuesta por mejor futuro.
Pero claro, también hay retrocesos, y entre ellos encontramos los departamentos con mayores caídas en la clasificación y fueron el Archipiélago de San Andrés y Cesar, los cuales pierden tres posiciones cada uno.
Lo más preocupante en realidad no tiene que ver con los movimientos relativos, sino con lo que vemos en términos absolutos. En el pilar de instituciones, uno de los trece pilares que agrupa la medición, el 70% de los departamentos registró una caída en su puntaje; en salud el 64%; en sofisticación y diversificación el 55%; y en educación básica y media el 52%. Esta última caída es un reflejo de lo que hemos sabido durante los últimos meses en torno al empeoramiento en las brechas de aprendizajes de nuestros niños, niñas, jóvenes y adolescentes que nos genera malos augurios para los años que vienen.
Es inquietante la profundización de las brechas territoriales. Frente a los resultados de 2021, la diferencia entre el mejor y el último de la medición aumentó ampliamente en ciertos indicadores. En la gráfica damos algunos ejemplos, y encontramos que es importante resaltar mayores rezagos en algunas regiones que deben ser atendidos para atajar esa tendencia.
En este año en el que el país contará con un nuevo Congreso electo y en el que además hacemos un tránsito presidencial, creemos que el IDC 2022 es un insumo útil y relevante para la formulación de políticas y la colaboración y coordinación de todos los actores, públicos y privados, que pueden y deben contribuir al desarrollo de Colombia.
Ana Fernanda Maiguashca
Presidenta Consejo Privado de Competitividad.