Con la implementación de buenas políticas en educación, la crisis puede convertirse en catalizador de transformaciones.
La crisis del Covid-19 y las medidas de confinamiento adoptadas para aplanar la curva epidemiológica han alterado las dinámicas sociales y económicas existentes, haciendo evidentes varios retos estructurales que han afectado a las sociedades por años en áreas como el mercado laboral, el comercio internacional, la economía digital, la salud y la educación.
En educación, de acuerdo con el Banco Mundial, cerca de 1.600 millones de niños, niñas y jóvenes han dejado de atender clases de manera presencial desde el inicio de la crisis. Esto ha planteado un enorme reto de política pública para los países de todos los niveles de desarrollo: ¿cómo adaptar los sistemas educativos para garantizar la continuidad del aprendizaje y el acceso a la educación de calidad en medio de la coyuntura?
En Colombia, el 16 de marzo el gobierno decretó el cierre de los colegios privados y oficiales. La medida, aunque necesaria para evitar que los estudiantes se conviertan en vectores no controlados de contagio, implicó una disrupción del proceso de aprendizaje de cerca de 10 millones de alumnos, afectando en particular a aquellos provenientes de hogares de bajos ingresos.
De hecho, la transición hacia la educación virtual ha sido comparativamente más sencilla para los colegios privados, debido a que cuentan con mayores recursos para adquirir o adaptar herramientas tecnológicas que les permitan garantizar la progresión pedagógica. Los colegios oficiales, por el contario, pese a atender cerca del 76 % del total de estudiantes del país, no cuentan con las dotaciones requeridas para llevar a cabo clases remotas.
A la limitada infraestructura tecnológica de los colegios oficiales se suman la falta de capacitación de los docentes en el uso de herramientas tecnológicas, los problemas de conectividad de las regiones, la falta de acceso a computadores e internet en los hogares, y las dificultades que enfrentan muchos padres de familia para acompañar el proceso de aprendizaje de sus hijos. Según el DANE, en 2018 solamente 42 % de los hogares tenían computador de escritorio, portátil o tableta, mientras que 53 % tenían conexión a internet fijo o móvil.
Como es de esperar, estas asimetrías podrían seguir ampliando las brechas de acceso a la educación de calidad en el país. Por esto, y pese a que el Ministerio de Educación y las secretarías locales han trabajado en fortalecer la oferta educativa a través de plataformas digitales y en dar continuidad al programa de alimentación escolar, se requiere ir más allá. Por ejemplo, dotando con herramientas tecnológicas a los colegios con mayores rezagos en infraestructura, facilitando el acceso a computadores y hardware a estudiantes de bajos recursos, adaptando los currículos a la oferta educativa en línea, capacitando a los docentes en el uso de estas tecnologías, y haciendo énfasis en el aprendizaje de habilidades transversales no-cognitivas y digitales.
Con la implementación rápida y oportuna de buenas políticas públicas en educación, la crisis del Covid-19 puede convertirse en el catalizador de las transformaciones que por años ha demandado el sector educativo, lo que a su vez podría ayudar a disminuir las inequidades en el acceso a oportunidades económicas de la población, dando lugar a una mayor movilidad social.