La competitividad comprende la capacidad integral de una economía para aumentar su producción, es así que su definición va de la mano con la productividad; es decir, que hace referencia a la eficiencia con que un “ente territorial”, utiliza sus recursos (humanos, naturales, financieros, etc.) disponibles en la producción de sus bienes y servicios. En este sentido, se aumenta la productividad, o la competitividad, en la medida en que se puede producir mayor valor con los mismos –o menores– recursos, con tasas de crecimiento altas y sostenidas, y con mayor bienestar de la población.
Entre los principales componentes que determina la competitividad de un “ente territorial” se encuentran el rendimiento económico, la eficiencia de instituciones públicas y privadas, la calidad de la infraestructura, y los niveles de capital humano y protección social. Por medio de la cuantificación de éstos se puede determinar y hacer comparaciones de los niveles de competitividad de los países, departamentos o municipios.
Los principales referentes de esta cuantificación a nivel internacional son el reporte global de competitividad del Foro Económico Mundial (FEM) y el anuario de competitividad del Instituto para el Desarrollo Gerencial (IMD). En estos indicadores internacionales de competitividad, Colombia sigue sin presentar avances importantes. En el Índice Global de Competitividad que mide el FEM (2012), Colombia se encuentra en la posición 69 entre 144 países, perdiendo una posición con respecto al año anterior. Mientras que en el más reciente reporte del IMD (2013) Colombia mejoró 4 posiciones, ubicándose en la casilla 48 entre 60 economías.
La competitividad de Colombia (y de cualquier país) entrevé necesariamente una dimensión regional, más aún se menciona en numerosas ocasiones por diversos actores en diferentes escenarios la noción de que “la competitividad es local”, bajo el reconocimiento de que Colombia sólo será competitiva en la medida en que logre tener cadenas de valor, sectores, industrias, y/o clusters competitivos, los cuales tienen manifestación en un contexto geográfico específico (regional – departamental – municipal).
Sin bien el PIB por habitante, el crecimiento de producto y la estructura sectorial regional de alguna manera capturan tanto los niveles de desarrollo local como su dinámica, es cierto también que estos ocultan, por ejemplo, temas transcendentales como son los de la distribución del ingreso y los de acceso a la educación y la salud. Si los anteriores no se tienen en cuenta, un departamento no puede catalogarse como “competitiva” pues el desarrollo es una cuestión no solo de altos niveles promedios de ingreso o crecimientos veloces, sino también es un concepto de bienestar. Por esta razón es fundamental contar con un indicador subnacional que permita medir, de manera consistente, el estado y la evolución de la competitividad de cada departamento de Colombia.
Existen diversos esfuerzo para determinar competitividad a nivel subnacional, entre ellos se encuentra los reportes de escalafón de competitividad de los departamentos de Colombia, periodos 2000-2004, 2006 y 2009, de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y el Indicador Global de Competitividad de los departamentos de Colombia, periodos 2005 y 2008, y de las Ciudades del Caribe Colombiano, periodos 2006-2008 y 2009-2010, del Observatorio del Caribe Colombiano y Cámara de Comercio de Cartagena. Estos escalafones siempre han sido liderados por el llamado triángulo de oro colombiano, conformado por Bogotá, Antioquia y Valle.
Por su parte el Consejo Privado de Competitividad (CPC), en su segundo Informe Nacional de Competitividad (2008-2009), incluyó por primera vez un análisis de la situación